Las finales en el fútbol no se juegan, se ganan. En un crescendo anímico la escuadra barranquillera superó miles de obstáculos para consagrarse imbatible. Partido tras partido los tiburones fueron remontando marcadores que parecían imposibles de superar. Desde el comienzo el equipo pensaba en ser campeón pero la realidad mostraba otra cosa. Los jugadores y la hinchada se unieron y sacaron al equipo adelante. El junior sacó toda su garra y jerarquía lo que le mostró el camino hacia la tan anhelada séptima estrella. El junior salió campeón y le dio un título más a su afición que tanto lo apoyó en los momentos difíciles.
Retrocedamos en el tiempo, cuando el onceno tiburón perdía dos goles a cero frente al DIM y se vino la remontada, ese día el equipo se dio cuenta que estaba para pelear el título y la afición veía venir cosas grandes. José Eugenio “El Cheché” Hernández, fue el comandante de este pelotón y principal artífice de esta hazaña. Sus charlas motivacionales sin duda alguna se reflejaron en la cancha porque muchísimas veces estuvimos abajo en el marcador pero siempre, siempre sobrepusimos los impedimentos y alzamos la copa. Con un inmenso Viera bajo los tres palos le brindó la confianza que necesitaba el equipo, por que el Junior en los penales este semestre no tuvo margen de error; algo casi nunca visto. El cuarteto ofensivo conformado por G10, Vladimir, Ruiz y Bacca fue contundente, otro pilar importante para la pugna por el título. Si hay algo por lo que se caracterizó este equipo es porque los relevos funcionaron y siempre estuvieron a la altura de cualquier titular.
Gracias a los jugadores que dieron todo por la camiseta, gracias a los hinchas que los apoyaron en las buenas y en las malas, gracias a los periodistas que relataron muy bien esta hazaña. Ahora se viene la Libertadores de América y ojalá seamos protagonistas memorables.
Abrazo de Gol
Por @NicoDavilaR (Columnista Zorro Deportes)
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