A finales de 1913
comenzó la historia de un equipo que para muchos representa su más grande amor y
un sentimiento que no tiene fin. Cien años después esa pasión con la que nació el
Deportivo Independiente Medellín parece estar intacta. El acutalmente conocido
como “Equipo del Pueblo” está dispuesto a arrancarle la sexta estrella al
universo para conmemorar un centenario de su existencia y sobretodo compensar a
su fiel y sufrida hinchada por el largo recorrido junto a ellos.
El Medellín ha
enmarcado su historia con alegrías infinitas y grandes tristezas, 45 años sin ganar
un título significaron para ‘El Rey de Corazones’ conquistar una de las
hinchadas más fieles del país. En 1993 esa conquista y la fidelidad de la
afición, se vieron reflejadas en el que se puede considerar el subtítulo más
doloroso de la historia roja, cuando el “Poderoso” Medellín consiguió por siete
minutos, su tercera estrella.
Víctor Saúl Góez
Zapata ha tenido la fortuna de vivir los cinco títulos que ha ganado el Medellín
en sus cien años de historia. Don Saúl, de 75 años, vive en el barrio Florida
Nueva junto a su esposa Rosa y su nieto. A los 12 años se trasladó del lugar
donde vivió sus primeros años de vida, Santa Rosa de Osos, hacia la capital de
Antioquia, buscando una mejor calidad de vida. Sus primos fueron la principal
influencia para que ese amor por el DIM comenzara a nacer; en el año de 1953
empezó a frecuentar el recién inaugurado Estadio Atanasio Girardot, donde dos
años después celebró el primer título del ‘Rojo de la Montaña’ y en el año 1957
festejó la segunda victoria del equipo de sus amores, sin saber que iban a
pasar 45 años para volver a sentir esa alegría en su corazón.
Don Saúl recuerda
en la sala de su casa ese subcampeonato que sufrió más que cualquier otro, “ese
momento –refiriéndose al subtítulo de 1993- lo viví en el estadio con mi hija
menor, Lina. El partido que era contra Nacional iba 0-0, según el resultado en
Barranquilla nosotros no teníamos nada, aquí íbamos empatados todo el tiempo y
allá los resultados no se daban, hasta que en el segundo tiempo Carlos Castro
marcó el gol que nos entregó el campeonato por siete minutos y ya se imaginarán
la alegría”.
La euforia de los
hinchas rojos hacía temblar el estadio, no solo por la satisfacción de ver a su
equipo campeón, sino porque por fin iban a acabar con una racha de casi 40 años
de zozobra.
“Teníamos dos
sentimientos encontrados, el primero era felicidad y el segundo, angustia;
todos estábamos con el radiecito en la oreja esperando que terminara el otro
partido, pero ellos habían hecho una jugada sucia allá en Barranquilla, en el
segundo tiempo los equipos se demoraron seis minutos más para salir, con el fin
de terminar el juego sabiendo el resultado de acá. Entonces, efectivamente,
América se abrió de patas para que el campeón fuera el Junior”, comenta Don
Saúl.
Pero las alegrías
para Don Saúl y toda la afición del Medellín tuvieron su día, porque en la
tarde del 22 de diciembre del 2002, terminó esa larga y tediosa espera, pues de
la mano de Víctor Luna, el DIM consiguió
lo que parecía una utopía, su tercera estrella.
En menos de dos
años, el equipo escarlata consiguió dar su cuarta vuelta olímpica, esta vez con
un sentimiento especial, pues era contra su rival de plaza; los hinchas rojos
llenos de júbilo y orgullo festejaban la victoria, mientras que los verdes
abandonaban el estadio con la amargura de la derrota dibujada en sus rostros.
La fiesta se
celebró en la tarde del 27 de junio del 2004, se vivió en un marco espectacular
pintado de verde, blanco, rojo y azul; hasta el tiempo de reposición los
hinchas no sabían con certeza quien celebraría, pero luego del pitazo final,
los entonces dirigidos por Pedro Sarmiento lograron regalarle a la afición un título
más ante su eterno rival.
El quinto título
del ‘Poderoso’ llegó en el 2009 después de haber hecho una campaña casi
perfecta; dirigidos por Leonel Álvarez y con el espectacular desempeño de
Jackson Martínez que logró romper el récord de máximos goleadores de torneos
cortos. El rojo alcanzó la máxima posición en el podio, esto, logrado de la
mano de jugadores como Aldo Bobadilla, Felipe Pardo y Luis Fernando ‘Mosco’ Mosquera
que fueron constantes protagonistas en los partidos de ese campeonato.
Para Don Saúl el
último título del rojo fue uno de los más difíciles, porque en ese entonces
cayó sobre él una enfermedad que lo tuvo inmovilizado por casi dos meses. “En
el último campeonato, un fotógrafo muy reconocido del estadio me envió una foto
muy linda con un acróstico que dice: ‘Saulo Cinco’, en ese momento estaba muy
enfermo, yo fui operado de la columna y no pude asistir al estadio, entonces
esos amigos periodistas me la enviaron”, explica Don Saúl
Por otro lado, José
David Castrillón más conocido como ‘Lengua’, vivió esa final como ninguna otra,
su juventud y amor por el equipo le regalaron lo que fue una de las mejores
experiencias de su vida, porque tuvo la oportunidad de vivir en carne propia lo
que muchos consideran como los “gozosos” del Medellín.
José David
Castrillón es integrante de la “Rexixtenxia Norte”, barra que desde hace 15
años acompaña al rojo en cada partido como local o visitante. Él tiene 23 años;
en sus brazos y espalda lleva tatuajes alusivos a sus dos amores: su madre,
Dora Patricia y el DIM; usa cabello largo hasta la cintura, manillas rojas y
azules en su mayoría, y la camisa de su equipo que sin importar el día, lleva
puesta como el escudo que tiene tatuado en su piel.
Los días de José,
cuando juega el Medellín, no son de 24 horas si no de 72, pues formar parte de
la organización de la barra debe estar atento de coordinar las salidas, pegar
los ‘trapos’, decorar la tribuna y después, alentar a su equipo hasta quedar
sin voz.
“Es una felicidad
intacta estar en la mejor época del equipo, de cien años la mejor década nos
está tocando a nosotros. Tal vez todos no lo hemos sabido aprovechar, muchos
hinchas se alejaron del equipo. Al dejar de quedar campeón la gente se vuelve
triunfalista y no, no debe de ser así, el sentimiento debe ser igual siempre”
declara José.
La tradición que
enmarca el Deportivo Independiente Medellín en la ciudad es inminente,
corrientes de personas lo siguen partido a partido y nunca pierden la fe. El
hecho de que en el 2013 se conmemoren cien años de su existencia ejerce una
presión en los jugadores, directivos e hinchas.
“Son dos caras
opuestas” manifiesta José David refiriéndose al centenario, “es la felicidad de
saber que es el equipo que tiene cien años, que es el decano y pionero en el
fútbol colombiano”. Pero con la preocupación y la mirada puesta en la posición
del equipo, con todo esto de los malos resultados. Sin embargo se debe apoyar y
hacer la fiesta en la tribuna siempre. No somos muchos, pero ¿para qué
cantidad? Con los que estamos es suficiente. Los que nos reventamos la garganta
en las tribunas; los que venimos y nos mojamos; los que dejamos de mercar por
comprar una boleta; con todos esos, son más que suficientes.”
El año pasado un
equipo de guerreros logró lo que nadie imaginaba, volver a una final. Con la
nómina con la que se tenía, no era algo
que estuviera en los planes ni de los mismos jugadores. Sin embargo, superar
una crisis administrativa como la que se vivió en el 2012 hizo de esa
clasificación algo histórico para el hincha rojo.
Alejandra
Tuberquia, estudiante de psicología en la San Buenaventura y autoproclamada
hincha fiel del Medellín, se encontraba el 9 de diciembre del 2012 en el
estadio Ditaires de Itagüí, mientras alentaba y cantaba, no dejaba de pensar en
otra cosa sino en la clasificación de su equipo y en esa ilusión de volver a
llegar a una final. Pero saber el resultado que se daba ese mismo momento en el
Atanasio Girardot era un hecho que la angustiaba y no le permitía disfrutar el
partido de lleno, porque el triunfo del Atlético Nacional significaba la
eliminación del ‘Poderoso’.
“En esos 90 minutos
me di cuenta lo que verdaderamente era sufrir y sentir amor por el Medellín,
fueron minutos agónicos, la verdad nunca los voy a olvidar. Minuto a minuto
viví intensamente el desespero y la ilusión de cantar nuevamente campeón.
Imaginar la llegada de un gol en esas instancias del partido era algo que no me
esperaba, pero gracias a Dios el momento llegó y fue más lo que lloré de
emoción que lo que grité, lo que se vivió en ese estadio una vez terminado el
partido, fue épico” relata Alejandra.
El ímpetu y el
sentimiento del hincha rojo está y va a perdudar el tiempo que sea necesario,
no por los jugadores ni por los directivos, sino por esa tradición que
significa el Medellín y por esos colores que definen la pasión y perseverancia
de su gente. Son 100 años que se resumen en gloria, aguante y sufrimiento; por
eso, independientemente del presente tan incierto que tiene el “Poderoso”, lo
único que se asegura es esa hinchada que en los peores momentos jamás abandonó
y que hoy sigue más firme que nunca. Estuvo, está y estará acompañando al
equipo que desde el inicio de sus días, fue su primer amor.
Por Dani Areiza // Valen
Berrío
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